La colección Otoño-Invierno 2025 de Versace se presentó en Milán con una mezcla de anticipación y especulación. Los rumores sobre una posible venta de la casa de moda añadieron una capa extra de dramatismo al evento, haciendo que muchos se preguntaran si este sería el último desfile de Donatella Versace al frente de la marca. Si bien la diseñadora no dio indicios sobre su futuro, su colección dejó claro que, pase lo que pase, su visión sigue siendo la esencia del universo Versace. El desfile abrió con piezas que evocaban los opulentos interiores de la casa Versace, con estampados barrocos extraídos de la línea de hogar de la marca. Estas voluminosas siluetas fueron una declaración: el ADN de Versace sigue vivo. Sin embargo, a medida que avanzó la colección, emergió una faceta inesperada: una estética más minimalista, con líneas depuradas y una aparente simplificación del exceso característico de la firma. Fue una propuesta que dejó a muchos preguntándose: ¿está Versace en una transición?

El dorado, el escarlata y el azul ultramar dominaron la paleta, contrastando con negro profundo y toques metálicos que aportaron un aire de sofisticación nocturna. Los icónicos vestidos de cota de malla hicieron su aparición, pero esta vez con cortes más sobrios y estructurados. También hubo espacio para la experimentación tecnológica, con piezas impresas en 3D adornadas con cristales oversize, un guiño al futuro sin perder la opulencia característica de la casa. Las referencias al archivo de Gianni Versace estuvieron presentes en los hombros asimétricos y los corsés arquitectónicos inspirados en los trajes de ballet que diseñó en los años 90. Pero la mayor sorpresa fue la reaparición de un diseño de la primera colección de Donatella para la marca en 1998: un vestido de hilos metálicos dorados que evocaba la opulencia clásico de Versace, pero con un aire de modernidad que lo hacía sentir tan relevante como hace más de dos décadas.

Cortesía Versace

En cuanto al styling, Pat McGrath creó un look audaz con labios en tonos burdeos oscuros, inspirándose en la icónica modelo Kristen McMenamy. Mientras tanto, los accesorios jugaron con la dualidad de la colección: gorras y guantes con tachuelas aportaron un aire punk, mientras que el nuevo bolso Virtus, con su forma semicircular y asa estructurada, demostró que Versace también está apostando por una elegancia más refinada. Esta colección parece marcar un punto de inflexión para la casa. Si bien la opulencia y el maximalismo de Versace siguen siendo fundamentales, la inclusión de líneas más limpias y una estética más depurada sugieren que Donatella está explorando nuevos caminos. ¿Es esto una respuesta a los cambios en la industria? ¿O una estrategia para hacer la marca más atractiva en un posible proceso de venta? Lo que es innegable es que Versace sigue siendo una de las casas más emblemáticas de la moda, y, con esta colección, Donatella ha demostrado que solo ella conoce realmente los códigos de la firma. Pase lo que pase en el futuro, la marca sigue firme en su legado, pero con una mirada puesta en lo que está por venir.

Cortesía Versace