THE HEROIN CHIC Y EL DOBLE 0: EL CUERPO ES MÁS QUE UN ACCESORIO
POR CAMILA LAGOS - noviembre 30th, 2022
Como respuesta al ideal femenino de los 80, en los 90 surgió el “Heroin Chic Body”. Cindy Crawford y Naomi Campbell siguieron en su apogeo; sin embargo, aquellos cuerpos atléticos de los que e jactaban fueron reemplazados poco a poco por siluetas diminutas e insípidas. Las curvas se convirtieron en líneas recta, las pieles bronceadas en una pálidas y los rostros luminosos en unos opacados por las ojeras. El canon de belleza se transformó y Kate Moss fue la encargada de liderar una nueva época. No obstante, dentro de su delgadez, la modelo era “normal”, talla cero, pero normal para los estándares que vinieron después. Sus costillas jamás, si bien se notaban al alzar los brazos, no destacaban de sobremanera. Tampoco sus clavículas o los huesos de las caderas. Lo que sí, el Heroin Chic abrió una caja de pandoras, donde el ideal ya no solo era Kate Moss.
Los complejos respecto al cuerpo evolucionaron a tal punto que, para fines de los 90 y comienzos de los 2000, ya se hablaba de “Ana y Mía”. Los trastornos de las conductas alimentarias (TCA) aumentaron exponencialmente; ser extremadamente delgada era la consigna de la época. Bueno, no es como que realmente esto hubiese cambiado mucho, pero en aquel entonces, era a niveles enfermizos. Modelos “comiendo” aire o masticando algodones, chicles y hielos para “engañar” al estómago, adolescentes consumiendo laxantes o siguiendo dietas extremas y mucho más. Sin entrar en mayor detalle, se hacía de todo para alcanzar algo más que el tan anhelado cuerpo de Kate Moss. Con él, un auge en el consumo de drogas también irrumpió en la sociedad – no por nada se le denominada “Heroin Chic” -, aunque siempre, de una manera elegante y glamorosa. Gia Carangi también encarnó a la perfección la estética chic de la heroína. Sin embargo, no se suele hablar de la supermodelo, probablemente, por su trágico final. Aun así, sus fotografías casi inconscientes, descoloridas y exhaustas retrataban un realismo único; crudo y propio de la época.
Cortesía Getty Images y Calvin Klein
Exaltado por el consumo de drogas, los 90 fueron conquistados por una estética envuelta en el consumo y la fragilidad que este conlleva. “No es necesario exaltar la adicción para vender ropa”, declaró el presidente Bill Clinton en mayo de 1997. “La glorificación de la heroína no es creativa, es destructiva”, continuó con el fin de terminar con esta tendencia. Los excesos se vivían a diario. Por un lado, abuso de sustancias y consumo excesivo de alcohol. Por el otro, TCA y problemas relacionados a la bulimia y la anorexia. Una apología a la extrema delgadez que resonaba en la mente de niñas, adolescentes y mujeres adultas. “Nada sabe tan bien como se siente ser flaco”, mencionó Moss en algún punto del espacio-tiempo. Un mantra que acompañó a las y los Millennials y que hoy amenaza a la Generación Z. Pero volviendo a los 90, a finales de siglo apareció Gisele Bündchen y con ella, los cánones estéticos volvieron a transformarse. Eso sí, la delgadez seguía siendo la reina de todo.
Cortesía Getty Images y Chanel
En los 2000, los ángeles de Victoria Secret’s vivieron su mayor auge. Piernas eternas, cuerpos firmes, pero sin estar tonificados y bustos medianamente grandes. El Y2K fue un periodo transitorio que fácilmente podría dividirse en dos: primero, la aparición del doble cero y luego, la proliferación de las cirugías estéticas y los implantes mamarios. El primero, sin duda, el más crítico en cuanto a la delgadez. En las portadas y en la televisión se podía observar a modelos, socialités y artistas con cuerpos que “rozaban la perfección”; huesos de las caderas a la vista, costillas pronunciadas, clavículas sobresalientes y hombros definidos por aquel punzante hueso acromión. Los pantalones, faldas y shorts de tiro bajo o a la cadera ayudaron a que el doble cero se masificara. Los medios igual hicieron lo suyo y aunque los cuerpos eran aun más delgados que los de Moss o Carangi, el Heroin Chic había quedado en el pasado. Claro, tampoco se trataba de una tendencia más saludable. Todo lo contrario. Fue en esta época en que la internet se repletó de blogs sobre “Ana y Mía”. Los 90 fueron el preludio de los TCA que puede provocar la moda. Los 2000, la consagración del cuerpo como accesorio. Con la llegada del 2010, las curvas de Kim Kardashian abrieron las puertas a una mayor diversificación corporal tanto en la industria, como en los medios y la televisión. Las tallas plus size comenzaron a ser parte de las vitrinas y las pasarelas se enriquecieron con cuerpos de todo tipo. Sin embargo, el sueño duró poco. El Y2K volvió y los desfiles de, por ejemplo, Miu Miu FW22 o SS23 demostraron que el doble cero nunca se fue. Incluso cuando en 2017 gigantes como LVHM y Kering prohibieron la talla cero con el fin de combatir los TCA.
Cortesía Blumarine y Getty Images
Para la industria, el cuerpo es un accesorio que se puede moldear temporada tras temporada y la no representación de cuerpo no hegemónicos pueden provocar TCA o incluso la muerte. Crear prendas para personas con cuerpo grandes y representarlas en las pasarelas conlleva la utilización de mayores recursos, tanto textiles como humanos, pero, a la vez, que estas encuentren en la industria su propio espacio. Las corporalidades de todas las personas son válidas y comentarios del tipo “debieses comer menos” – sin importar lo buenas que sean sus intenciones – no debiesen tener lugar. La obesidad es una enfermedad y como tal, no se “sana” con “comer menos”. Aun así, no se pueden invalidar sus corporalidades ni omitir que, muchas veces, la obesidad no tiene que ver con comer en demasía, sino, en una falta de recursos definida por la pobreza. Por su lado, la anorexia y la extrema delgadez responden al mismo patrón; son enfermedades incrementadas por la moda y que no se solucionan con un simple “come más”. El cuerpo es más que un accesorio.
Cortesía Getty Images
Share