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Opinión

MADAME X Y LA SEDUCCIÓN DEL NEGRO

POR MANUEL SANTELICES - agosto 21st, 2024

Cada vez que estoy en el Upper East Side de Manhattan entro, aunque sea por unos minutos, al Museo de Arte Metropolitano. Es una de las grandes atracciones de la ciudad, un tesoro abierto para todos y gratuito para los residentes de Nueva York. Una visita corta incluye dos paradas obligadas: el hall de las esculturas greco- romanas y el retrato de Madame X, de John Singer Sargent, una pintura lindísima y repleta de misterios que causó escándalo cuando fue presentada en el Salón de París, en 1884. En el cuadro, Virginie Amelie Gautreau -Madame X-, una socialité estadounidense casada con el banquero francés Pierre Gautreau posa en un vestido negro de satín que contrasta con su piel pálida, casi translúcida. La prenda es simple, pero no tiene nada de modesto. Por el contrario, marca claramente la atractiva figura de Madame X, envolviendo como una serpiente sus caderas, su cintura y deslizándose luego hacia un escote que parece un milímetro -o dos- más allá de lo apropiado para la época y que permanece apenas sujeto por dos tirantes de pedrería. De hecho, en su versión original, uno de estos estaba caído, un detalle osado que hizo que París entero pusiera el grito en el cielo y que llevó a Sargent a reconsiderar su decisión y volver a pintar el tirante, ahora bien seguro sobre el hombro de Madame.

Virginie era bien conocida en la sociedad parisina. Rica, refinada y bonita: “Una belleza profesional”, un término que los franceses ocupaban para describir a mujeres que usaban su encanto para escalar social y financieramente. A ambos lados del Sena corrían rumores de sus numerosas infidelidades y su carácter alegre y enigmático no hacía más que aumentar los comentarios. Cuando finalmente aceptó posar para Sargent lo hizo para cimentar su posición en la sociedad francesa, pero el objetivo fue cumplido a medias; la pintura causó, quizás, aún más daño a su reputación, pero, por otro lado, la convirtió en un símbolo eterno de belleza y elegancia.

Cortesía Balenciaga

Gran parte del atractivo de Madame X es el mencionado vestido negro, un color que, hasta mediados del siglo XIX, era asociado al duelo, el luto o, peor aún, la soltería. Una de las exponentes más conocidas de la tristeza del negro fue la Reina Victoria, que después de la muerte de su marido, el príncipe Alberto, vivió más de 40 años enlutada de pies a cabeza en atuendos de oscura viudez. La reina murió en 1901 y apenas un par de décadas después Coco Chanel dio un vuelco al concepto y lanzó su ‘little black dress’, borrando con un par de tijeras cualquier rastro que hubiera quedado de la época Victoriana y liberando a las mujeres de la tiranía de enaguas y corsets. Este vestidito de Chanel era pura modernidad. Las rodillas quedaron al descubierto y los escotes también, adornados con vueltas y vueltas de perlas. Con el tiempo esta prenda icónica de Coco se convirtió en un símbolo de feminismo y, al mismo tiempo, de femineidad y seducción.

A comienzos de los años 90, Dolce & Gabbana provocó renovada histeria por el color negro lanzando colecciones inspiradas en viudas de Sicilia, beatas de Puglia y starlets, como Gina Lollobrigida y Claudia Cardinale. En el colgador los vestidos parecían sencillos y hasta timoratos, a veces adornados con una cruz o medallitas de vírgenes. Pero puestos en el cuerpo eran una explosión de sensualidad y erotismo, con las caderas y el busto apenas contenidos en barbas de corset, las piernas revelándose como una silueta montada en stilettos, los brazos cubiertos en delicadas transparencias y la piel en absoluto contraste con la oscuridad de la tela. Más que vestidos, estas colecciones eran una provocación y, por lo mismo, no es raro que Madonna haya sido una de sus principales fanáticas y que Monica Bellucci se haya convertido en el rostro de sus campañas… CONTINÚA LEYENDO EN ISSUE #53

Cortesía Getty Images

 

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