La primavera floreció y Loewe, literalmente, también. La pasarela estuvo marcada por piezas que convertían a las modelos en flores andantes. Jonathan Anderson se embarcó en un viaje por la naturaleza falsa, acentuando su ya conocido enfoque extravagante. Pese a mantenerse fiel a sus nociones fantásticas, la colección adoptó una estética sobria y frágil. Los anturios fueron la flor que el diseñador tomó como inspiración para la temporada, al punto que una versión gigante se exhibió como punto focal en su pasarela.

Los vestidos fueron diseñados con caderas exageradas, dando la impresión de estar congelados, otros estaban compuestos en su parte superior por pétalos de Anthurium cerosos moldeados de forma realista. Las prendas llevaban flores pintadas a mano y el calzado estaba cubierto por hojas. El ambiente estaba ensombrecido por el sonido de los violines, con un estado de ánimo delicado. Pese a su extravagancia, muchas de las prendas se mantenían sobrias, como las camisetas florales y los vestidos de una pieza o fruncidos. El espectáculo comenzó con la actriz Taylor Russell desfilando un diseño de terciopelo negro, strapless y con alforjas que sobresalían de las caderas, simulaba una silueta salida del barroco.

Cortesía de Loewe

Muy primaveral y todo, una parte de la colección que no pasó desapercibida fue aquella que parecía directamente extraída de Minecraft. Las piezas que fueron descritas como “un fallo pixelado” daban la impresión de estar viendo un universo digital de 8 bits en vivo y en directo. Sudaderas con capuchas camisetas y pantalones pixelados se contraponían con la esencia primaveral y delicada de la mayor parte de la entrega. Anderson se refirió a estos como “esta extraña ilusión que de repente rompe el patrón”, y tal cual. Los looks sacados de un luego irrumpieron en la mitad de una serie de atuendos delicados y sobrios. 

Cortesía de Loewe