INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN LA MODA: ¿ALIADA CREATIVA O AMENAZA PARA EL DISEÑO?
Por María Jesús Sielfeld - marzo 25th, 2025
Un vestido que nunca fue cosido, pero desfiló en Milán. Una modelo que no existe, pero acumula 237.000 seguidores en Instagram. La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido en la industria de la moda con una fuerza arrolladora, redefiniendo desde el diseño hasta la producción y el marketing. Según datos de McKinsey, gran firma de consultoría estratégica y de gestión, el 85% de las empresas de moda incorporaron IA en sus procesos para 2024, en un mercado que alcanzará los 4.400 millones de dólares en 2027. Pero este avance tecnológico plantea un dilema crucial: ¿es la IA una herramienta creativa sin precedentes o una amenaza para la esencia humana del diseño?
El impacto es tangible. Marcas como Tommy Hilfiger y Prada ya utilizan algoritmos para crear colecciones en tiempo récord, mientras que la startup Viseversa desarrolló una cápsula de denim en solo 21 días mediante IA, un proceso que tradicionalmente lleva meses. “La IA puede analizar millones de imágenes históricas, tendencias en redes sociales y datos de ventas para sugerir diseños con alta probabilidad de éxito”, explica Inés Poggio, experta en tecnología de moda. La eficiencia es innegable: empresas como Lectra (software) usan IA para optimizar el corte de tela, reduciendo el desperdicio textil en un 30%, mientras que Zara ha incrementado sus ventas entre un 10% y 20% gracias a la personalización basada en algoritmos, según el Boston Consulting Group.
Sin embargo, mientras la IA genera propuestas basadas en datos y patrones preexistentes, los directores creativos de las grandes casas de moda defienden ese intangible que ningún algoritmo puede replicar: la chispa de lo impredecible. ¿Qué diferencia a un vestido creado por un algoritmo de una pieza concebida por un diseñador como Maria Grazia Chiuri (Dior) o Demna (Balenciaga)? La respuesta está en la narrativa emocional. Asimismo, cuando Daniel Roseberry (Schiaparelli) construye una colección, no solo mezcla telas y siluetas, sino que teje historias, provocaciones y referencias culturales profundas. La IA, en cambio, opera desde la probabilidad: puede combinar con precisión los colores más “exitosos” de temporada o replicar el corte que más se vendió en los últimos años, pero no puede soñar con los ojos abiertos. Al final, la tecnología es una caja de herramientas, pero la verdadera innovación sigue oliendo a bocetos a lápiz, a riesgos calculados y, sobre todo, a esa intuición que no se puede programar.
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El fenómeno de los modelos virtuales también gana terreno. Shudu Gram, la primera modelo digital, colabora con firmas como Balmain, mientras que la modelo londinense Alexsandrah Gondora emplea una doble digital para multiplicar sus campañas sin viajar. “Mi avatar trabaja para que yo no tenga que hacerlo”, afirma. Por otro lado, los beneficios económicos son evidentes: una sesión en los Alpes que costaría 35.000 euros se reduce a 500 euros con tecnología de Genera Tech. Sin embargo, este avance genera controversia. Estudios revelan que el 73% de las imágenes creadas por IA reproducen estereotipos de belleza occidentales, y ciudades como Nueva York ya legislan para proteger los derechos de las modelos reales frente a sus réplicas digitales.
El sector enfrenta una encrucijada. Por un lado, la IA permite reducir el exceso de inventario en un 50% y ofrece experiencias hiperpersonalizadas, como las pruebas virtuales de Zalando, que aumentan las conversiones en un 40%. Por otro, analistas prevén que el 23% de las tareas de diseño podrían automatizarse, según Forrester (firma de investigación y asesoría), lo que alimenta el temor a una pérdida de autenticidad. “La IA es un pincel, no un artista”, sentencia Kim Han-kook, director de Gentle Monster, marca que combina diseño asistido por algoritmos con artesanía tradicional.
El equilibrio parece estar en la colaboración. Como muestra Moncler en una de sus últimas campañas generada por IA con Maison Meta, la tecnología puede ampliar los límites creativos, pero el toque humano sigue siendo insustituible. Una encuesta de Vogue Business lo confirma: el 61% de los consumidores compraría diseños creados con IA, pero solo si conservan esa esencia única que, por ahora, solo los diseñadores de carne y hueso pueden aportar. La moda del futuro será una danza entre bits y neuronas, donde el verdadero lujo quizá resida en preservar lo imperfectamente humano.
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