“Las mujeres aquí tienen una actitud muy feminista de una manera muy moderna. Son muy complejas. No les importan las críticas. Solo quieren ser ellas mismas. Esto me encanta de las mujeres francesas. Son muy libres, muy fieles a sí mismas”, expresó Giambattista Valli. Su última colección es una apología a la feminidad parisina, a la vez que representa la dicotomía entre generaciones. Por supuesto, la contingencia lo llevó a cambiar algunos detalles a último minuto, para mostrar su apoyo a Ucrania.

Los ingredientes de la propuesta fueron vanguardia, feminidad romántica y, por supuesto, la mano de Valli. Para la apertura del show presentó un corto vestido camisero que imita una icónica foto de Henri Cartier-Bresson en 1968. El fotógrafo inmortalizó el momento en que en Brasserie Lipp, una mujer mayor mira con desprecio y desaprobación a una joven con un look revelador. Esta imagen colgaba del backstage y representa todo lo que Giambattista Valli buscó comunicar. París es el lugar ideal para ser una misma, para sacar a relucir todo ese glamour que caracteriza a las locatarias. Contrastando con los cortos vestidos estaban aquellos con la caída hasta el tobillo, con un movimiento fluido y una imagen acampanada clásica de los 60.

Cortesía de Giambattista Valli

La guerra en Ucrania es un hecho que ha impactado y conmovido al mundo entero. La moda no está exenta de la contingencia y simpatiza con la situación. Giambattista Valli demostró su empatía con el país y envió un mensaje de optimismo y esperanza: reemplazó la banda sonora original por una pieza de Max Richter y peino el pelo de las modelos de forma húmeda, como símbolo de renacer. Para concluir el desfile, cerraron seis vestidos de tul escalonados ligeros y voluminosos, deslumbrando a todos en el público.

Cortesía de Giambattista Valli