“Es le goût du louche”, dijo Giambattista Valli en sus salones de Alta Costura en la Rue la Boétie; el gusto por el peligro. Luego del golpe que significó la pandemia, nuestra realidad se vio revalorizada, el futuro es más borroso que nunca, ya no hay expectativas. Esa sensación de riesgo ante lo desconocido, lo impredecible e imprevisible, esa adrenalina es la que el diseñador plasmó en su colección.

“Para mí, salir ahora es la idea de vivir realmente el momento. El pasado es muy pesado y el futuro muy incierto, por lo que se trata de ser abierto y libre”, expresó Giambastista con una magnificencia en los drapeados que va más allá de sus palabras. El surrealismo siniestro marcó la pauta de piezas como el vestido de salón oscuro envuelto en tul negro o el traje de pantalón shantung entallado y cubierto con una capa de crepé de seda negra. Paralelamente, la otra parte de la colección siguió un estado de ánimo alegre y optimista con tonos pasteles y atrevidos.

Cortesía de Giambasttista Valli

Las texturas y volúmenes representaron un papel fundamental en los diseños, donde la mayoría de ellos fueron confeccionados en tul, seda o lentejuelas emplumadas. La caída ligera e impecable de cada pieza no tiene comparación. Denota un aire de misterio entre las enormes dimensiones de sus prendas románticas. Los peinados exóticos le dieron un tono aún más atrevido a la temporada que se complementó con cinturas arrugadas y columnas de satén. Para Valli, “la alta costura se trata de fantasía”, y así lo dejó claro mediante su onírica colección inspirada en las noches parisinas.

Cortesía de Giambasttista Valli