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GIAMBATTISTA VALLI COUTURE F22: L’INSTANT DE LA FIESTA

POR CAMILA LAGOS - julio 6th, 2022

“La colección que voy a mostrar esta noche son las dos caras de una misma moneda… mi moneda, una silueta que es mi trazo de lápiz sobre un papel blanco… esencial y segura como un corte Fontana, y todo lo contrario… la silueta generosa de un ramo de amor… el amor que le pongo a este arte y el amor que recibo de mi estudio, mi Atelier, mi gente”. Con esas palabras, Giambattista Valli presentó su Couture de Otoño 2022. Globos de helio con formas alegres, gasas y un caleidoscopio de colores, donde la fiesta cobró vida a través de la pasarela. L’Instant. Ese fue el nombre que recibió la colección que, como tal, celebró aquellos pequeños y diferenciadores momentos. Un instante, una oportunidad. Un shot que le da sentido a la vida, convirtiéndola en un arte y este, en Alta Costura. O quizás, al revés… o todo junto.

Es difícil diferenciar cuando empieza el arte o la vida. O incluso la moda en su sentido más estricto, donde Alta Costura da riendas sueltas a la creatividad y esta se convierte… bueno, en arte. Desde 2019 que Valli no pisaba París para presentar su Haute Couture, pero con la pandemia del Covid-19 superada y con un nuevo capítulo por delante, era imposible que se abstuviera de la presencialidad. Por supuesto, tras dos años la crisis sociosanitaria, el diseñador agradeció estar entre bastidores y mencionó que: “Creó que la lección más poderosa de los últimos años fue realmente disfrutar el momento, vive el momento”. Y claro, todo giró en torno a esa premisa. Una máxima que, entre su obsesión por la belleza, abrió las puertas del pasado y dejó entrar el amor y la elegancia al plató.

Cortesía de Giambattista Valli

En total, 58 looks. Cada uno más voluminoso, extravagante y brillante que el otro. Vestidos largos que partieron con siluetas simples y blancas, aunque de simples no tenían mucho. Como un glorioso desfile de avestruces, las piezas ostentaron plumas y adornos de cristal a juego con los anteojos que llevaban las modelos: lentes con marcos de mariposa y cristales espejados de tamaño XL. Lo mismo en cuanto a los aros, que caían por el cuello como arañas gigantes y resplandecientes. Siluetas elegantes y dramáticas que se sentían como una oda a las noches en Studio 54, en el corazón de Nueva York y en plena década de los 70. De hecho, en el tablero de inspiración de Valli había una imagen, en la cual el público de empujaba por entrar al club. En yuxtaposición, fotografías de rosas trepándose por los jardines ingleses.

Los colores no se quedaron atrás y a medida que el show avanzaba, también lo hacían ellos. Con gracia y entusiasmo. Algunas piezas completamente metalizadas contrastaban el fulgor de la pasarela, mientras que los cristales que cubrieron otro par de vestidos hicieron un llamado a la opulencia. En tanto, las sedas y gasas se tintaron de tonos pasteles como el verde menta o naranja pálido y fucsia, turquesas y amarillos intensos. Todo, en una perfecta armonía que, incluso, contó con vestidos cortos y plataformas. Un instante de fiesta, de emociones y agradecimientos.

Cortesía de Giambattista Valli

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