A simple vista, la nueva colección de Giorgio Armani parecía llevar prendas demasiado simples. Basto jugar con el zoom de la pantalla para darnos cuenta de la inmensidad que se escondía bajo las telas. Cientos de cristales y lentejuelas recorrían cada centímetro de los trajes, que en su mayoría sobrepasaba los talones. Con cuatro tonalidades basto para dar con una entrega solemne, con cortes relajados, holgados, pero con la elegancia que promete la maison. De pronto, la pasarela se tiñó de púrpura, y con ello, los estampados comenzaron a manchar la tela. También los pliegues y los detalles asimétricos. Aperturas inesperadas en los costados y la cuota perfecta de transparencias.

No fue necesario ampliar demasiado la imagen para ver los maxi accesorios. Entre ellos, los collares de piedras preciosas de gran tamaño. También en los aretes, el gigante italiano prefirió los colgantes y no escatimó al combinarlos con piezas de colores. El traje sastre no podía quedar fuera de esta versión, aunque la propuesta del diseñador fue diferente a los clásicos de Milán, incluyendo delicadas telas y cortes frescos, pero de hombros pronunciados, que terminaban en puntas abiertas. Los detalles fueron la principal joya de esta nueva colección, donde los puños de las chaquetas y las solapas no pasaron a segundo plano, con sutiles retoques, que parecían escarcha.

Cortesía de Giorgio Armani

La alta costura se apoderó de la pasarela, y Armani nos llevó a un viaje que parecía recorrer el Mediterráneo. Parte de Grecia se sintió en los vestidos en color blanco, con un trenzado a la cintura. El tul hizo parecer que las modelos flotaban en un sueño, lleno de resplandor. La seda no fue interrumpida por ningún pliegue en los vestidos de mangas, mientras que el color se situaba en las capas que se diferenciaban de los vestidos. El diseñador dijo que buscó representar la calma, y creemos que lo hizo. La prolijidad del trenzado para el peinado, y un maquillaje tenue, fueron el complemento ideal. Esta vez, la magia la hacen las prendas, los accesorios y la etiqueta italiana.

Cortesía de Giorgio Armani