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ARMANI PRIVÉ SS25: ALTA COSTURA QUE DIALOGA ENTRE LA BELLE ÉPOQUE Y LOS AÑOS 20

Por María Jesús Sielfeld - enero 30th, 2025

Si la película El Gran Gatsby hubiera cobrado vida en la pasarela del Paris Fashion Week, sin duda habría tenido el sello de Giorgio Armani. El desfile de Armani Privé para la Primavera/Verano 2025 nos transportó directamente a la Belle Époque y los años 20, pero con un giro moderno y sofisticado. Con el resplandor del glamour de la época, los trajes y vestidos parecían sacados de una fiesta en la Gran Manzana, pero reinterpretados con la elegancia atemporal de Armani. Cada paso de las modelos era como una escena sacada de la película, un desfile lleno de brillo, opulencia y detalles que evocaban la elegancia de los años dorados, sin perder la frescura y la vanguardia del presente. Armani lo hizo una vez más: nos llevó de la mano a un pasado glorioso, pero con los pies firmemente plantados en el futuro.

Este desfile no solo marcó la celebración de los 20 años de la marca en la alta costura, sino que también se erige como un homenaje a la sofisticación atemporal y a la pureza del diseño. La pasarela, ubicada en un majestuoso edificio de piedra tallada del Grand Empire, fue transformada en un escenario de ensueño, con una atmósfera etérea que evocaba la elegancia de comienzos del siglo pasado. Un balance perfecto entre la modernidad y la nostalgia, donde el Art Deco se unió con una feminidad contemporánea para dar vida a una propuesta visualmente impresionante y cargada de historia.

La colección se caracteriza por una fusión impecable de suavidad y estructura, donde la eminencia italiana continuó su exploración del equilibrio entre lo masculino y lo femenino, que ha sido una constante en su trabajo. Los vestidos de la pasarela parecían flotar, gracias a la ligereza de los tejidos y los drapeados que caían con una gracia absoluta. En los primeros looks, Armani hizo un homenaje a la femineidad más delicada, con una paleta de colores empolvados, champagne, marfil y nude. Los vestidos de malla translúcida, adornados con cristales y perlas, reflejaban la luz de manera sublime, mientras que los drapeados caían como cascadas, esculpiendo la figura femenina con una precisión y elegancia que solo el maestro italiano sabe conseguir.

Cortesía Armani Privé

A medida que la colección avanzaba, la paleta de colores se intensificó, dando paso a tonos más profundos como el azul ultramar, el negro y los dorados, que daban una sensación de sofisticación sin caer en la exageración. Los bordados, realizados con una maestría arquitectónica, creaban patrones geométricos que recordaban los mosaicos venecianos, haciendo referencia al esplendor de la época Art Deco. En este momento, los vestidos tomaron una nueva dimensión: se transformaron en obras de arte de alta costura, con faldas voluminosas que giraban como caleidoscopios de cristales, chaquetas entalladas que definían la silueta con precisión y blusas de organza que desafiaban la gravedad. Cada pieza era una muestra de la meticulosa artesanía de los ateliers de Armani, que trabajan durante horas para crear estos diseños que no solo se lucen, sino que cuentan una historia.

Uno de los momentos más impactantes de la pasarela llegó con la aparición de los vestidos de gala, los cuales se distinguieron por su caída impecable y el dominio absoluto del drapeado por parte de Armani. Los vestidos en tonos metálicos y malva, con cortes asimétricos y transparencias estratégicas, exudaban una elegancia que evocaba las grandes estrellas del cine clásico de Hollywood. El gran cierre del desfile fue un vestuario de gala absolutamente deslumbrante: un vestido de falda voluminosa, adornado con bordados minuciosos y cristales meticulosamente engarzados, que cerró la pasarela de forma magistral. Este momento no solo representó la maestría técnica de la casa italiana, sino también su visión de la alta costura como un arte en constante evolución, que sigue marcando la pauta dentro de la industria.

Cortesía Armani Privé

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