La primera vez que hizo su aparición pública fue en 1793 a través de un retrato de la reina María Antonietta, aunque realmente era un vestido, fue un escándalo total. Para finales del siglo XIX se convirtió en un símbolo de riqueza, ya que la ocupaban quienes no trabajaban, debido a que podía ensuciarse. Y en los años 40 se volvió tendencia por primera vez gracias a Katherine Hepburn en Holiday. Sí, estamos hablando de la camisa blanca.

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La clave de la elegancia y sofisticación, sin importar si es un contexto casual o uno formal, siempre es la camisa blanca. Combinada con las piezas correctas funciona a la perfección, por lo que es un must have del armario, sin lugar a dudas. Atemporal y versátil, se puede vestir en cualquier época del año. Para un look más correcto y a la vez relajado combinándola con unos pantalones tipo culotte, botines y un blazer oversize, es la alternativa ideal. Con unos jeans y zapatos rojos, una cartera de cuero y un abrigo largo es el outfit perfecto para un almuerzo con amigas.

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Una larga y suelta con pantalones skinny negros, botas negras y un cinturón sobre la camisa da un aire de elegancia y simpleza a la vez. Mientras que, en conjunto con una falda larga y botines, es más formal y aún así, sin ser demasiado. Las maneras de vestir la camisa blanca son infinitas. Con pantalones negros y un suéter tipo vest es otoñal y totalmente en tendencia. Otra alternativa es ocuparla ligeramente abierta sobre una camiseta negra y algún bottom del mismo color. Esta prenda, siempre acompañada de una buena cartera de cadena y botas, no puede fallar, sea el evento que sea.

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