Al ver un objeto tan banal y ordinario como un clavo, difícilmente vemos más allá de eso, algo utilitario. Pero claro, nosotros no somos Aldo Cipullo. Es parte de la esencia de Cartier ser capar de convertir algo tan simple en una joya, y no cualquiera, un clavo que 50 años después seguiría siendo un objeto de culto a la alta joyería. El diseñador neoyorquino tenía una habilidad de observación como nadie.

En 1971 fue cuando Aldo se vio inspirado por la simpleza de un clavo que agarró y enrolló cuidadosamente para ajustarlo a un dedo o a la muñeca. Ante la obviedad de la joya, lo llamó Juste un Clou (Solo un Clavo), pero el mundo no estaba preparado para admirar el encanto de la sencillez. La época seguía inclinándose hacia una profusión ornamental en lo que a joyas se refiere y no muchos eran capaces de comprender la mirada andrógina de Cipullo, ni su amor por los elementos como tornillos, pernos y tuercas.

Cortesía de Cartier

La joya no cobró popularidad hasta el 2012, que en celebración del 165 aniversario de Cartier, la marca lanzó una nueva colección completa basada en Juste un Clou acompañada de una exposición en la Maison Cartier de la Quinta Avenida. Con un telón de fondo con la imagen de Nueva York en la década de los 70, el enfoque estaba en el trabajo de Aldo Cipullo. Para este entonces, los tiempos habían cambiado y la percepción de la joyería también, en parte, gracias al movimiento punk. Este sentó las bases para que la moda estuviera preparada para aceptar mezcla de la insignificancia con la alta gama.

Cortesía de Cartier