Alargados y con una sofisticación encantadora, los guantes de noche han sido sinónimo de opulencia y elegancia para momentos tan solemnes como la ópera. Piezas de antaño que se popularizaron durante 1950 gracias a su dramática y finísima estética, misma que ha acompañado a looks magníficamente distinguidos y reservados para eventos especiales. Sin embargo, la actual crisis del Covid-19 ha hecho que estos complementos se resignifiquen a través de un nuevo espacio en la moda.

Cortesía de Off White

Si bien los guantes alargados protegieron a la ciudadanía y al personal médico durante la peste bubónica y otros periodos de pandemias, fue en el siglo XIX cuando se convirtieron en un esencial para la aristocracia, que por supuesto, los incluyó en sus guardarropas con a través de delicados materiales, entre los cuales destaca la seda. Una manifestación del poder y la sofisticación de las grandes elites y que en la década de los 50, se transformaron en un accesorio idóneo para los vestidos de haute Couture gracias a unos jóvenes Cristóbal Balenciaga y Christian Dior. Una época donde se vivió el apogeo de hollywoodense con rostro como Marilyn Monroe o Audrey Hepburn, deslumbrando en las alfombras rojas con trajes de alta costura y estas largas piezas que cubrían sus manos y brazos.

Marilyn Monroe

Una silueta elegante que se ha creído exclusiva para eventos solemnes y con una determinada etiqueta, pero cuyas sofisticadas características los han descontextualizado de las alfombras rojas para llevarlos a las calles. Los guantes de ópera con su distinguida estética, nos invitan a soñar y a romper con los antiguos patrones de uso. Materiales atrevidos como el látex o el cuero para el invierno, estas figuras prometen invadir los armarios con la clásica seda y un soñador tul que, a través de una reinterpretación de significados, llena de nostalgia y esperanza al futuro y el retorno de la normalidad. Un accesorio prometedor que reinventa la concepción del baile, la libertad y el glamour.

Cortesía de Giambattista Valli