#FLASHBACKFRIDAY: CUANDO NICOLAS GHESQUIÈRE REVOLUCIONÓ BALENCIAGA
POR CAMILA LAGOS - julio 14th, 2023Era 1997 y un joven Nicolas Ghesquière asumía uno de los puestos más codiciados de la industria: la dirección creativa de Balenciaga. Bueno, por aquel entonces, la firma perecía en las manos Josephus Thimister, quien, a pesar de sus intentos, no logró catapultar a la casa a sus tiempos de gloria. Todo cambio con la llegada del francés, que tan sólo 24 años, revolucionó Balenciaga, devolviéndole sus característicos volúmenes escultóricos y reinventándose constantemente. La transformó con una contemporaneidad vanguardista que perduró hasta 2012, cuando abandonó la maison dejando consigo una serie de éxitos y una devoción, donde el respeto por el legado y la elegancia inventiva de Cristóbal Balenciaga, fueron claves.
Sin embargo, su visión no apuntó a la nostalgia, más bien, a utilizar los recuerdos para crear algo completamente nuevo. Una mirada futurista del pasado, en la cual la ciencia ficción, las formas orgánicas y el clasicismo francés se yuxtapusieron para devolver la gloria a la casa. Una imagen radical, donde la elegancia asumió a la modernidad como parte de sí y claro, con el color negro como protagonista. El objetivo de Ghesquière fue claro: reinterpretar el espíritu de Balenciaga y explorar sus obras a través de una vanguardia contemporánea y disruptiva. “De él (Cristóbal Balenciaga) he querido conservar, sobre todo, su concepto de redondez”, comentó por aquel entonces el diseñador. “Yo juego con los volúmenes pequeños y grandes como lo hacía el maestro, porque creo que dan una buena idea del confort. Esta es la verdadera revolución de Balenciaga, que jugaba constantemente con los volúmenes, pero regalaba a la mujer mucha más libertad que los demás creadores de su tiempo”, agregó.
Cortesía Balenciaga
Y así fue hasta que, en 2010, se produjo un nuevo cambio en la firma. Cuando la moda apuntaba hacía el pasado, Ghesquière se impuso con miras hacía el futuro, dejando de revisitar el pasado de Balenciaga y apostando por piezas complejas, donde las estructuras propusieron auténticos y coloridos rompecabezas. Eso sí, su consagración llegó dos años antes, cuando para el Spring-Summer 2008 llevó las flores a nuevos niveles. En otras palabras, Balenciaga floreció en manos de Nicolas, quien hizo de las hortensias, pensamientos, peonías, narcisos y anémonas hiperhermosas una oda a la revolución en alta costura. Formas, líneas con hombros salientes y volúmenes puestos de manera acampanada a la altura de las caderas. Looks vertiginosos que fueron acompañados por botas de gladiador en cuero tejido hasta las rodillas. Conjuntos que pasaron a la historia y que, de paso, consagraron aquella entrega como un hito en la historia de la maison.
Modernidad, técnica impecable y volúmenes transformadores. Las formas de Ghesquière salvaron a Balenciaga de una muerte asegurada, pero la revolución del diseñador fue más allá de las prendas. Con él, las boutiques de la moda se convirtieron en lo que hoy conocemos, porque sus cambios trascendieron de Balenciaga. Los complementos se apoderaron de los escaparates y junto a la artista francesa, Dominique González Foerster, renovó el concepto de las tiendas, haciendo del ir de compras una experiencia sucumbida por el arte y la opulencia. “Mi relación con Cristóbal Balenciaga no tiene nada que ver con la renovación de un legado. Se trata de una combinación con sus creaciones en las que la prioridad radica en la exploración de su obra”, comentó el francés que, tras 15 años en la maison, la abandonó entre una serie de disputas que terminaron en tribunales.
Cortesía Balenciaga
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