Plumas, transparencias y un sin fin de telas satinadas fueron la premisa de la última entrega de Antonio Grimaldi. Si hiciéramos algún tipo de comparación entre las últimas entregas de alta costura, podríamos afirmar que tuvieron grandes similitudes. Los escotes delicados, los trajes que alcanzaban el suelo y la pedrería incrustada a mano. Y es que la artesanía y las telas sin ninguna influencia mecánica son lo que mejor representan este tipo de moda. Así fue el caso del diseñador italiano, quien posee una larga trayectoria en el prêt-à-porter. Esta vez, escogió el Museo Maxxi para dar a conocer su último trabajo. Un lugar simbólico para la ciudad de Roma y que para Grimaldi significó mucho más que solo volver a la casa.

Y no solo se trató de 33 increíbles vestidos. Algunos de ellos rendían homenaje a los íconos personales de la maestría de Antonio: los grandes modistas romanos. Celebrando la estética de los años 50, la entrega contó con trajes, minivestidos con cola y opciones para la noche. Las primeras muestras eran en blanco y negro con maxi capas, bordados, plumaje y flecos de lentejuelas. Los tocados eran exuberantes como una hipérbole del diseño natural, creados con pequeños cristales que se extendían a la luz. Al igual que muchas otras colecciones, Grimaldi llevó una nueva inspiración de traje nupcial. El vestido con maxi volante y cola extralarga fue dedicado a Roberto Capucci.

Cortesía de Antonio Grimaldi

En los años 50, Roma era un triunfo de artesanos que trabajaban la artesanía a mano y con un estilo único. A pesar de que fue su máxima inspiración, incluyó líneas, formas y tonos reinterpretados según sus propios cánones de estilo. Los trajes eran altamente elegantes y hechos en una gran gama de colores que iluminaron la pasarela. A la distancia, sólo se podía apreciar la silueta de la pieza que se reflejaba en el suelo. Los brazos no estaban al descubierto. La piel se cubría de suaves telas transparentes o del mejor cedazo. El cut out volvió a robarse toda la atención con espacios de piel en las caderas y hombros al descubierto. ¿Puede fusionarse lo asincrónico con lo contemporáneo? Grimaldi dice que sí.

Cortesía de Antonio Grimaldi